La muerte del expresidente uruguayo José Mujica marca el fin de una era para la izquierda latinoamericana y deja un legado de autenticidad política y humanismo
La política latinoamericana ha perdido a uno de sus referentes más emblemáticos. José «Pepe» Mujica, expresidente de Uruguay, falleció este martes a los 89 años tras una larga batalla contra el cáncer de esófago que padecía desde abril de 2024. Su partida no solo deja un vacío en la izquierda regional, sino que marca el ocaso de una generación de líderes que transformaron la forma de entender y ejercer el poder.
Mujica no fue un político convencional. Exguerrillero tupamaro, agricultor, filósofo improvisado y líder del Movimiento de Participación Popular (MPP), construyó una carrera política marcada por su autenticidad y cercanía con la gente. Desde su chacra en las afueras de Montevideo, gobernó Uruguay entre 2010 y 2015, dejando una huella que trascendió fronteras.
El legado de Pepe Mujica: Un revolucionario que cautivó al mundo
Lo que distinguió a Mujica de otros líderes fue su capacidad para conectar con personas de todas las edades y condiciones sociales. Sus discursos, que entrelazaban política y filosofía, resonaron en auditorios universitarios, foros internacionales y barrios populares por igual. Como señala Ernesto Tulbovitz, coautor de «Una oveja negra al poder»:
«Viajé por todo el mundo con él, compartimos habitación, estuvimos en los sectores más ricos, en los sectores más pobres y siempre fue la misma persona. No le gustaba que le abrieran la puerta del coche y siempre se sentaba en el asiento del copiloto, nunca detrás.»

Su estilo de vida austero y su rechazo a los protocolos presidenciales cautivaron a una generación desencantada con la política tradicional. Mientras otros mandatarios habitaban palacios, Mujica prefirió seguir viviendo en su modesta casa rural, cultivando flores y donando gran parte de su salario. Este contraste lo convirtió en un fenómeno mediático global y en un símbolo de coherencia política.
El legado de Mujica va más allá de las políticas implementadas durante su gobierno. Su mayor contribución fue demostrar que se puede hacer política desde otras posiciones y que es posible transitar desde la lucha armada hacia la democracia sin resentimientos. Como explica el doctor Ignacio Bartesaghi, especialista en Relaciones Internacionales, Mujica transmitió el mensaje de que «se puede por los votos y no por las armas».
A diferencia de otros líderes latinoamericanos, Mujica destacó por su pragmatismo político y su capacidad para tender puentes. «No fue un líder que fomentara la grieta», afirma Bartesaghi, quien subraya que incluso la derecha uruguaya reconoce que «cuando hubo alguna crisis respondió para el Estado y no para su grupo político».
La filosofía del “trozo de tierra con patas”: una visión única del mundo
Su visión de la política exterior también marcó un antes y un después. Según el investigador Camilo López:
«Mujica tuvo una visión de la política exterior muy situada en Uruguay, hecha muy desde el sur. Fue probablemente la política exterior más hecha con los pies en la región, con una clara vocación de unionismo latinoamericano que mantuvo hasta el final de sus días.»
Esta perspectiva, sumada a su crítica al consumismo y su preocupación por la sostenibilidad ambiental, le ganó admiradores en todo el mundo. Sus intervenciones en foros internacionales, como el famoso discurso en Río+20, fueron redactadas por él mismo a partir de su experiencia como agricultor y su observación de la naturaleza. Él mismo se definía como «un trozo de tierra con patas».
Detrás del fenómeno Mujica también estuvo Lucía Topolansky, su compañera de vida y lucha. «Nadie se imaginaba a Pepe sin Lucía ni a Lucía sin Pepe», asegura Ana Olivera, diputada uruguaya que trabajó con ambos durante décadas. Esta relación, forjada en la militancia tupamara y consolidada en los años de prisión, fue otro de los pilares que sostuvieron su trayectoria política.
El legado del presidente agricultor: inspiración para las nuevas generaciones
Hasta sus últimos días, Mujica mantuvo su influencia en la política uruguaya. «No hubo tema político en Uruguay que no pasara por Mujica y no se le consultara», explica la investigadora Castellar Granados. Sin embargo, fiel a su estilo, nunca buscó protagonismo. Como recuerda López, incluso escapó del photocall del Festival de Cine de Venecia cuando se estrenó la película sobre su vida, advirtiendo: «Yo no soy una estrella, soy un estrellado».
La muerte de Mujica cierra un capítulo en la historia política de América Latina, pero su legado perdurará en las generaciones que inspiró. Como él mismo dijo en su último acto público: «Estoy muy cerca de emprender la retirada de donde no se vuelve, pero soy feliz porque están ustedes, porque cuando mis brazos se vayan habrá miles de brazos sustituyendo la lucha».

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